Cuando vine al país en el año 1961 después de estar casi 24 años en el exilio, traía un plan al cual yo me refería diciendo que era un plan secreto.El secreto consistía en una cosa muy simple: explicarle al pueblo dominicano que aquí había dos clases: la de los ricos, que yo llamaba tutumpotes, y la de los pobres, a los que llamaba hijos de Machepa. En esos tiempos no podía decirles a los hombres y las mujeres del pueblo qué era un burgués, qué era un obrero, qué era un pequeño burgués, porque el pueblo dominicano no tenía capacidad para comprender esas cosas; es más, en esa época, y todavía algún tiempo después, a los pobres se les llamaba obreros; en un periódico, cuando se decía que había habido un accidente de automóvil o una pelea y había muerto una persona pobre, decían que el muerto era un obrero.Los periodistas y los directores de los periódicos no sabían lo que quería decir obrero, y todavía hoy son muchos los dominicanos que creen que todo el que no es rico es obrero, y resulta que el obrero es solamente aquella persona que le vende su fuerza de trabajo a un patrono. Ahora bien, para ser patrono se necesita tener condiciones que no tiene todo el mundo, y me refiero a condiciones sociales. La fundamental de esas condiciones es que con esa fuerza de trabajo que el patrono la compra a un obrero o a varios obreros se produzcan mercancías que se venderán a otras personas, y es el patrono quien le pone precio a esa mercancia que él vende y que sus obreros fabrican o hacen, porque el patrono no la hace nunca; son los obreros los que hacen las mercancías, esas mercancías a las que los patronos les ponen unos precios que les permitan cubrir la cantidad de dinero que se ha usado en fabricar esa mercancía, incluyendo la fuerza de trabajo de los obreros que la hicieron, pero además un beneficio con el cual se queda el patrono. Ese beneficio es lo que se llama plusvalia. Si hay diez obreros trabajando, y si fueramos a ser justos en el sentido que los patronos creen que es lo justo en el sistema capitalista, la plusvalia se dividiría entre 11 personas, es decir los diez obreros y el patrono, pero no se hace así porque el patrono coge para él toda la plusvalía. Ahora bien, no todos los que trabajan son obreros. La cocinera de mi casa, por ejemplo, que la mayoría de la gente cree que es una obrera, no lo es porque con el sueldo que se le paga a ella en mi familia nadie gana dinero. Lo que ella hace para nosotros no nos produce a nosotros plusvalía; pero si esa misma cocinera trabajara en un restaurante, haciendo comida para gente que la comprara, estaría produciéndole plusvalia al dueño de ese restaurante. ¿Por qué? Porque en el restaurante cobrarían la comida más cara de lo que costaría producirla y el dueño se quedaría con el beneficio, pero como en casa no le vendemos la comida a nadie, nuestra cocinera no nos produce plusvalía y por esa razón ella es una trabajadora, no una obrera. Les digo esto para que se den cuenta de que hay diferencias entre un obrero y un trabajador, y les digo también que uno de los descubrimientos más extraordinarios que se ha hecho en el estudio de la sociedad es ése de que el obrero vende una mercancía que se llama fuerza de trabajo, es algo que no se ve, muy dificíl darse cuenta de que se trata de una mercancía que se compra y se vende. Cuando uno va a comprar zapatos o va a comprar una libra de azécar a un colmado, uno ve el azúcar y ve los zapatos y puede agarrar los zapatos para darse cuenta de si son de buena calidad, y puede también cogerle el peso a la libra de azúcar. Es decir, esas cosas son objetos y pueden apreciarse objetivamente, pero la existencia de la fuerza de trabajo no es objetiva, no se ve, no puede pesarse, no puede medirse, y por esa razón descubrir que había una mercancía que se llama fuerza de trabajo era muy dificil; se necesitaba de una inteligencia muy profunda y muy costumbrada al estudio y al análisis de las cosas para llegar a la conclusión de que lo que hacía el obrero. O mejor dicho, lo que hace el obrero cuando trabaja para un patrono es vender su fuerza de trabajo; él la vende y el patrono la compra, exactamente como en el colmado me venden el azúcar y yo lo compro; esto es, que igual que otras mercancías, la fuerza de trabajo se compra y se vende. Ese descubrimiento lo hizo Carlos Marx y de ese descubrimiento se desprendieron después muchas otras cosas importantes para la historia de la humanidad. * Extracto de artículo de Juan Bosch publicado en la revista Teoria y Acción. en octubre del 1990. Recopilado por Adriano de los Santos, quien reside en Barcelona.
Tomado de Almomento.net
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